Denuncia del maltrato infantil
Dr. Víctor Súchite Vargas: ¿Qué hacer si somos testigos que un menor de nuestro entorno o vecindario, está siendo víctima de maltrato?
No hay otra respuesta a esta pregunta, que la siguiente: Debemos denunciar dicho abuso ante las autoridades competentes. Sin dejar de pasar el tiempo, debemos actuar con prontitud, antes que dicho menor corra un mayor peligro. La denuncia no es una opción, es nuestra obligación. En Levítico 5:1 se nos dice: “Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, el llevará su pecado”. Note que aquella persona que vio o supo de una injusticia o de un delito, debe denunciar y testificar. Si no lo hace, por temor o por cubrir al amigo o familiar abusador o abusadora, esta persona llevará el pecado o sufrirá las consecuencias. Es que Dios ama la justicia y aborrece la maldad. Dios espera que se condene al culpable y que se rehabilite a la víctima. Dios ama la verdad y detesta la mentira o el encubrimiento. Como sabemos, en cada país hay muchas entidades que trabajan específicamente en pro de la niñez: El Ministerio Público, la Procuraduría de los Derechos Humanos, la Procuraduría General de la Nación, la Defensoría de la Niñez y la Adolescencia, la Policía Nacional, así como otras instituciones, cuentan con un equipo de Abogados, Psicólogos y Trabajadores Sociales, que procederán como se debe en cada caso. Ningún niño o niña debiera ser víctima de malos tratos y ningún adulto que lo observe, debiera callar, sino denunciar.
Por ello, le doy un consejo práctico: Si usted observa que un niño o niña está siendo maltratado en su propia casa por sus padres o cuidadores, en su escuela o colegio por sus maestros o compañeros o en las calles por las propias autoridades o por delincuentes; ya sea que se trate de maltrato físico, psicológico, sexual, social, laboral o por descuido y negligencia, no dude en denunciar a los agresores. Si consigue pruebas como audios o videos, mucho mejor. Debemos proteger a los niños de nuestro entorno y debemos amar a los niños en casa, ya que después de Dios, la familia es prioridad.