Manejando la culpa
Serie: La familia y el manejo de las emociones negativas
¿Qué resultados positivos y qué consecuencias negativas produce la culpa? Respondamos dicha pregunta a la luz de las Sagradas Escrituras. Después que el hombre había pecado, desobedeciendo a Dios, el Señor se presenta en el jardín del Edén y llama a Adán: “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3: 9 y 10). Acá se nos indica claramente, que luego de pecar Adán se escondió, tuvo miedo de enfrentar a Dios, porque su conciencia le indicaba que había hecho algo indebido, algo incorrecto, había desobedecido abiertamente a Dios, se sintió culpable. Por esa razón tanto Adán como Eva se escondieron de Dios. En este caso estamos hablando de una culpa real, una culpa apropiada o buena. Ya que la culpa real o apropiada, está relacionada con el daño que se hace uno mismo o con el daño que se les puede hacer a otras personas. De allí que, al igual que a nuestros primeros padres, Dios nos confronta con nuestro pecado y dicha culpa, nos conduce al arrepentimiento y al cambio de actitud. Ahora bien, si nos hemos sentido culpables por haberle fallado a Dios, nos hemos arrepentido y hemos cambiado de estilo de vida, Dios nos dice en Isaías 43:25 “Yo, soy el que borro tus rebeliones por amor a mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. Eso quiere decir, que Dios ya nos ha perdonado. Por lo tanto, debemos ser libres de la culpa. Dios, no se acuerda de nuestros pecados y nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Dios ya nos ha perdonado, pero muchas veces nosotros no nos perdonamos a nosotros mismos y nos seguimos sintiendo culpables o permitimos que Satanás nos haga sentir culpables. En ese sentido, debemos rechazar ese tipo de culpa ficticia, mala, culpa enemiga de nuestra alma o como dirían los psicólogos es una culpa neurótica.
Por ello le doy un consejo práctico: No permita que Satanás le acuse o que otras personas le acusen y le hagan sentir culpable por un viejo error, del cual ya se arrepintió. No lleve esa pesada carga sobre sus hombros, suelte ese bulto y disfrute de su vida personal y familiar, ya que después de Dios, la familia es prioridad.