Niños mentirosos
Serie: Problemas de comportamiento en los niños
Te va a crecer la nariz como a Pinocho si sigues diciendo mentiras. ¿Le ha dicho usted eso a su hijo, hija o hijos, o quizá ha escuchado a una madre o a un padre de familia decirlo? Todos los niños mienten, debido a la naturaleza pecaminosa con la que nacen, pero también usan la mentira como un instrumento que les permite deformar la realidad, para subsanar sus sentimientos de desigualdad, para evitar problemas y principalmente para pretender cubrir sus faltas. Sin embargo, hay que corregir dicha conducta. Por supuesto, el Apóstol Juan nos recuerda que todos mentimos. En 1 Juan 1:8 nos dice: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros». En ese sentido, hay una diferencia entre el hecho de mentir ocasionalmente y tener el mal hábito de mentir frecuentemente. Esto último lo debemos evitar. Aunque todos mentimos ocasionalmente, en nuestras familias debemos fomentar la sinceridad. El valor de la sinceridad va más allá de hablar con la verdad, pues es la capacidad de ser auténtico y transparente. Pero piense en estos ejemplos: Suena el teléfono y no queremos hablar con esa persona, entonces le decimos a nuestro hijo o hija: «Si es fulano(a) no estoy» o «dile que no estoy» «dile que estoy ocupado, que estoy en una reunión». Si nosotros contestamos y no queremos hablar con esa persona, decimos: «Ahora mismo no te puedo atender, pero te llamo en cinco minutos» y nunca devolvemos la llamada. Si éramos nosotros quienes teníamos que llamar a alguien y luego nos reclama porque no lo llamamos, le decimos: «Estuve llamando pero sonaba ocupado».
En fin, le doy un consejo práctico: No se ahogue en mentiras ni involucre a sus hijos en la falta de sinceridad. Más bien, sea sincero siempre con los demás y con los suyos, porque después de Dios, su familia es prioridad.