El auto consejo
Serie: Consejería Antiguotestamentaria
¿Alguna vez, ha hablado consigo mismo o consigo misma? Claro que sí, lo hacemos todos los días. Quizá usted no se ha dado cuenta, pero lo hace automáticamente. Muchas veces, usted se felicita en su mente: «Excelente, lo hiciste bien». Otras veces, se recrimina: ¿Pero cómo se te ocurrió hacer eso? En otras oportunidades se auto aconseja: «Debieras hacer esto o aquello». Lo mismo le pasaba a David, en Salmos 13.12, leemos: «¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?». Como notamos, David por un lado se quejaba con Dios, pues consideraba que se había olvidado de él. Por otro lado, se queja consigo mismo, por los consejos que ponía en su alma los cuales le producían tristeza. Cuatro veces leemos en estos dos versículos, la pregunta: «¿Hasta cuándo?» que reflejan a un alma angustiada. Además, en Salmos 103:1,2 se motiva a sí mismo a alabar y bendecir a Dios: «Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios». Es probable que usted se haya dicho a sí mismo esta mañana: «Ya es tiempo que salgas de la cama, levántate y adora a Dios». En ese caso, se dio un buen consejo a usted mismo o a usted misma. Sin embargo, generalmente es más fácil aconsejar a los demás que auto aconsejarse, ya que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
Por lo tanto, le doy un consejo práctico: Medite en un área de su vida en la que quiere mejor. Si por ejemplo, esa área es la vida familiar y auto aconséjese cómo hacer para mejorar la relación con su cónyuge y con sus hijos (si los tiene). Recuerde que usted puede ser su mejor consejero, porque nadie le conoce mejor que usted mismo. Piense en el bienestar propio y en el de quienes le rodean, porque después de Dios, su familia es prioridad.