Cultivando el valor de la sinceridad

Serie: Cultivando los valores en la familia

Familia

Le pregunto: En su familia ¿Hay sinceridad? ¿Hablan todos con la verdad o se esconden las cosas? Un importante valor que debemos cultivar en el hogar, es la sinceridad. Dentro de los diez mandamientos que Dios promulgó en el Sinaí, en éxodo 20:16 leemos el noveno mandamiento que dice: «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio». Como sabemos, los mandamientos divinos son más que una lista de obligaciones a practicar o acciones a evitar, son normas de vida. Cuando los obedecemos, nos ayudan a vivir una vida abundante. En ese sentido, el noveno mandamiento prohíbe decir mentiras y todo lo que atenta contra la reputación del prójimo. Por supuesto, el Apóstol Juan nos recuerda que todos mentimos. En 1 Juan 1:8 nos recuerda: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros». En ese sentido, hay una diferencia entre el hecho de mentir ocasionalmente y tener el mal hábito de mentir frecuentemente. Esto último lo debemos evitar. Aunque todos mentimos ocasionalmente, en nuestras familias debemos fomentar la sinceridad. El valor de la sinceridad va más allá de hablar con la verdad, pues es la capacidad de ser auténtico y transparente. Pero piense en estos ejemplos: Suena el teléfono y no queremos hablar con esa persona, decimos en casa: «Si es fulano(a) no estoy» o «dile que no estoy» «dile que estoy ocupado, que estoy en una reunión». Si nosotros contestamos y no queremos hablar con esa persona, decimos: «Ahora mismo no te puedo atender, pero te llamo en cinco minutos» y nunca devolvemos la llamada. Si éramos nosotros quienes teníamos que llamar a alguien y luego nos reclama porque no lo llamamos, le decimos: «Estuve llamando pero sonaba ocupado».

En fin, le doy un consejo práctico: No se ahogue en mentiras ni involucre a sus hijos en la falta de sinceridad. Más bien, sea sincero siempre con Dios, con los demás y con los suyos.

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