Cuidar de mí mismo para cuidar de los demás
Serie: Consejería Neotestamentaria
¿A escuchado usted el refrán «consejos vendo y para mí no tengo»? Este dicho popular se refiera al hecho de que muchas personas son buenas para brindar consejos a los demás, pero ellos no los aplican en sus propias vidas. El buen consejero respalda sus palabras con sus hechos o su vida recta. En Mateo 22:34-40 se nos habla al respecto: «Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas». Este pasaje nos habla de los dos mandamientos más importantes que se nos enseñan en la Biblia, que son: Amar a Dios y amar al prójimo. Sin embargo, esos dos mandamientos, tienen tres elementos: El amor a Dios, el amor a uno mismo o a sí mismos y el amor al prójimo. Los últimos dos están estrechamente relacionados. Jesús declara que la prioridad número uno en nuestras vidas debe ser Dios. Si amamos a una persona más que a Dios, esa persona se constituye en nuestro dios u objeto de adoración. Luego, del amor de Dios viene el amor al prójimo, iniciando con nuestra familia y luego las demás relaciones interpersonales. Pero se aclara que debemos amar a los demás, como nos amamos a nosotros mismos. El asunto tiene lógica, no puedo amar a los demás, si no me amo a mí mismo. No puedo cuidar de los demás, si no me cuido a mí mismo. Si no tengo una correcta autoestima de mí mismo, no puedo estimar a los demás.
Si usted es consejero, consejera o líder en su iglesia, le doy un consejo práctico: Recuerde la importancia de cuidar su mundo interior, para posteriormente cuidar de los demás. Aconseje a otros, pero primero ámese y cuídese a sí mismo. Cuide su bienestar personal y familiar integral, porque después de Dios, su familia es prioridad.