Caí­n, el hijo que desagradó a Dios

Serie: Hijos de la Biblia, sus aciertos y desaciertos

Familia

Como hijo o como hija, ¿ha cometido usted algún error ante Dios y sus padres? Definitivamente que sí. Hoy hablaremos de los desaciertos de uno de los hijos de Adán y Eva. Caín cometió un error tras otro en su vida. Primero al seleccionar su ofrenda, no reconoció que necesitaba reconciliarse con Dios. Luego pecó de envidia por hablar mal de su hermano a causa de la hermosa ofrenda que presentó delante de Dios y permitió que los celos reinaran en su corazón porque su ofrenda no fue reconocida por Dios. Tercero, mató a su hermano de la manera más vil y cobarde. Por último peca de mentiroso al responderle a Dios que no sabía dónde estaba su hermano. Definitivamente, un pecado engendra otro pecado. Caín pudo haberse detenido pero no lo hizo. Si uno no se detiene a tiempo, pronto se verá envuelto en una cadena de pecados que acabarán por aprisionarnos a nosotros mismos. Caín era el primogénito o el hermano mayor, pero eso ya no era suficiente para él. A medida que iba creciendo su hermano Abel ya no se sentía satisfecho con haber sido el primero, ahora quería ser el único, así se evitaría las comparaciones y quizá las preferencias de los padres. Generalmente entre los hermanos se da la competencia por agradar a los padres. Por esa razón, uno pone en mal al otro para que los padres lo corrijan. Caín no supo compartir su lugar con su hermano, lo quiso todo solo para él. Cuando Dios miró con agradó a Abel y con desagrado a Caín, le preguntó a éste último lo que leemos en Génesis 4:6 «¿porque esta decaído tu semblante?» Eso significa que Caín estaba enfurecido, débil enojado y desanimado. Es que la envidia es un pecado de sentimientos destructivos que provoca descontrol en las emociones, los criterios para evaluar, las palabras, conducta y actitudes.

Si usted como hijo no quiere desagradar a Dios ni a los suyos, le doy un consejo práctico: Recuerde que no es la voluntad de Dios que exista la envidia, los celos, las contiendas entre hermanos. Sin duda, de niños todos los hermanos se pelean, pero se espera que maduren con el tiempo y que cuando llegan a ser jóvenes y adultos se respeten y toleren.

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