El padre pródigo

Serie: Paternidad Responsable

Familia

¿Conoce usted la parábola del hijo pródigo que aparece en Lucas capítulo 15? Seguramente que sí. ¿Sabía usted que también existen los padres que abandonan a sus hijos, aún cuando vivan bajo del mismo techo? Claro que los hay y lamentablemente son muchos. Permítame compartirle lo que aparece en el Tomo 2 del libro «Manantiales en el desierto», escrito por la Señora Charles Cowman, titulado: «El padre pródigo»: Un hombre tenía dos hijos y el menor le dijo a su padre: Padre, dame la porción de tu tiempo, de tu atención, de tu compañía, y de tus consejos que me corresponde. Y dividió con él su vida, pagó las cuentas de su hijo, lo mandó al mejor colegio, le compró el coche deportivo más moderno, pagó clases de música selecta y trató de convencerse que estaba cumpliendo con sus deberes para con su hijo. No muchos días después, el padre juntó todos sus bienes y ambiciones y partió a una tierra lejana de acciones, bonos, intereses y malgastó la preciosa oportunidad de ser un compañero para su hijo. Cuando hubo malgastado lo mejor de su vida, le vino una gran hambre de compasión y ternura en su corazón. Fue y se allegó a los mejores clubes de aquel país y ansiaba cuando menos una migaja de verdadera amistad y cariño. Y volviendo en si dijo: ¡Cuantos hombres tienen hijos y comparten con ellos los juegos, la felicidad, la comprensión, la conversación, y aún los trabajos y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi hijo y le diré: Hijo, he pecado contra el cielo y contra ti, he malgastado el precioso tiempo de estar contigo y de convivir juntos, no soy digno de ser llamado tu padre, hazme tan solo como a uno de tus conocidos. Pero el hijo le dijo: No padre, es demasiado tarde. Cuando necesité de tu compañía no estuviste, la busqué entre mis amigos y mira me equivoqué. Cuando necesité tus consejos, los busqué entre mis vecinos del barrio y mira me equivoqué. Cuando necesité de tu atención la busqué entre los muchachos que pensé que eran mis amigos y me querían, pero mira también me equivoqué. Todo lo que necesité lo busqué en otro lado y me equivoqué, ahora mírame sumido en el alcohol y las drogas y enfermo de muerte, me encuentro perdido. ¡Es demasiado tarde!

Le doy un consejo práctico: No sea usted un padre pródigo o perdido, atienda a sus hijos, porque después de Dios, su familia es prioridad.

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