El error de tratar de ajustar a la pareja a nuestro molde

Serie: Errores que debemos evitar en el matrimonio

Familia

¿Acepta usted a su pareja tal y como es o lucha para que cambie su forma de pensar, de actuar y de sentir? Muchas personas cometen el error de esforzarse por hacer o formar a su pareja a su manera o ajustarle al mismo molde que ellos tienen. Pretenden que su cónyuge sea como ellos quieren, actúe como ellos desean, piensen como ellos anhelan, pero eso es simplemente imposible. Es que cada ser humano es único, irrepetible. De modo, que nadie puede ajustar a la pareja a su medida. Obviamente, hay personas sumisas que producto del abuso del otro, hacen y deshacen a sabor y antojo de la otra persona, pero definitivamente no viven satisfechas. En Génesis capítulo 2, vemos que cuando Dios nos creó usó un molde para el hombre y uno distinto para la mujer. Al hombre lo creó del polvo de la tierra y a la mujer de la costilla del hombre. Dios no usó lodo para los dos, ni un hueso delicado para formar a ambos. Utilizó diferentes métodos porque el hombre y la mujer somos distintos por diseño divino. De modo que, aunque seamos una sola carne o el matrimonio es la relación de la unidad más estrecha humanamente hablando, ninguno de los dos pierde o debe perder su identidad. Bien se ha dicho que «el matrimonio no consiste en encontrar a la persona adecuada, sino en ser la persona adecuada».

Tome en cuenta entonces, el siguiente consejo práctico: Su cónyuge tiene el derecho de ser él o ella misma. No trate de ajustarle a su molde o medida. Recuerde que el matrimonio es una relación de complemento. Aquellas virtudes de las que usted carece, las posee su cónyuge y viceversa. Como bien se ha dicho: «Cuando Dios nos creó tiró el molde con que nos hizo». Es decir que no hay dos personas iguales. Cuando pretendemos ajustar a nuestro cónyuge a nuestra manera, estamos atropellando su dignidad. No cometa ese error, por el bien suyo, el de su pareja y el de su familia. Ame, respete y acepte a su cónyuge con sus diferencias. Ciertamente, cada uno debe reconocer sus defectos o errores y hacer los cambios necesarios, con la ayuda de Dios.

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